martes, 4 de enero de 2011

Iconoclasta

Caminas por el sendero que llega hasta Constantinopla

arrodillándote ante la imagen que cargas en el pecho,

sangrando como bestia enajenada por el deseo

Que esfuerzos de fe soportan la ira de la destrucción,

trizaduras de rostros en agonía,

muertos vivientes de siglos vacíos

Y si cargas tanto santo en ese cuerpo,

como no eres capaz de cargar con el rostro natural

que te da la virtud y la gracia

Ve y amalo, besalo y duerme bajo su alero,

que la moral pública juzgue tus actos,

que la conciencia te desmorone el alma

Porque nunca hubo porcelana más contaminada,

ni hombre más terco, ni fama más repudiada,

que el ícono que llevas en ese altar no es más que veneno gangrenado.

Me tragué todo el miedo, se me hundió el pánico en las vísceras, gritar podía mas el silencio me abrazó y el hielo entró por la boca.

Un día irme quiero, que el terror se muera espero.