domingo, 28 de noviembre de 2010


En estos momentos en que empieza el fin del comienzo, siento como si me hubiesen lanzado en la incertidumbre, siento como mi útero se fragmenta y como los sucesos recurrentes se aferran en la memoria.

Te recuerdo como un pasado dulce, con tonos otoñales y siestas con lluvia golpeando la ventana.


Sin embargo te veo como un presente perfecto, adolorido, FRONDOSO.
De tu piel emerge la vitalidad que me hace ser cosmos en mi propia psicosis, ser deseo para tu carne y nutriente entre tus extremidades.



Ha llegado la noche y mi situación se vuelve un poco crónica. Echo de menos tu compañía y la entrega de confianza que me dice que todo podría salir bien para mí, porque en tus pies soy yo quien debe caminar y reflejar la fortaleza que has depositado hace algunos minutos en el cántaro que nace en mi sien.
Queda poco para la medianoche y estoy en un hábitat extraña, es una caja dentro de otra. Imagina que si el envoltorio llamado "casa" ya suele ser agónico y molesto, como ha de resultar este nuevo.


Quien sabe, tal vez este apartado, este tumor, sea el nido que retenga las tardes pesadas, las sonrisas por compromiso, el sentirme entre la espada y la pared.

Prometo que me arrancaré en bici a verte al menos una vez a la semana, no me importa que mis rodillas se desgasten hasta desaparecer, porque con el tiempo nos hemos dado cuenta de que los esfuerzos valen la pena, de no ser así , casi ocho meses estarían regados sobre el asfalto y condenados a suplicios vergonzosos.



No es así
no ha sido así
nunca
ser uno
somos uno
pudimos ser dos
casi fuimos tres
nos formamos
con las entrañas
enlazadas
nos comimos
el uno
al otro
el corazón
lo despedazamos
para petrificarlo en almíbar
somos uno
en cuerpos de dos.